[vc_row css_animation=»» row_type=»row» use_row_as_full_screen_section=»no» type=»full_width» angled_section=»no» text_align=»left» background_image_as_pattern=»without_pattern»][vc_column][vc_column_text]Nací niña, crecí chico y entre en la adultez volviendo a buscar en mi lo Femenino que perdí por el camino. La crianza de mis hijos me ayudó a estar más cerca, pero las tareas domésticas, la presión del trabajo, las relaciones sociales me succionaron hacia lo Masculino de nuevo, y tengo que decir, que aun lo hacen. Y entonces se genera en mi un anhelo, una tristeza interior, la falta de un pedazo de mi propia sustancia.
Pero me doy cuenta en mi cotidianidad, y lo que he podido observar en algunos encuentros o círculos de mujeres, que hay mucho enfado con lo Masculino interior, como si fuera un ente que nos posee, del que queremos librarnos a toda costa. Y como mas lo intentamos, más crece y nos abduce. Entonces nos volvemos toscas, enjuiciadoras, hurañas, duras, etc… en lugar de empoderarnos, ser comprensivas, creativas y flexibles. Cuando estamos poseídas por el “ánimus”, perdemos nuestro estado de relajación, ese estado en el que lo Femenino fluye libremente.
Reivindico que las mujeres se bajen del tren de la productividad, que se relajen, que se sientan, que vuelvan a conectar con sus cuerpos, que rememoren el alma colectiva de la que nunca se desconectaron, para permitir que caigan los muros que la separan de lo Masculino y crear puentes entre sí.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=»» row_type=»row» use_row_as_full_screen_section=»no» type=»full_width» angled_section=»no» text_align=»left» background_image_as_pattern=»without_pattern»][vc_column width=»1/2″][vc_single_image image=»537″ img_size=»large» onclick=»img_link_large» qode_css_animation=»element_from_right» qode_hover_animation=»zoom_in»][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_single_image image=»538″ img_size=»large» alignment=»right» onclick=»img_link_large» qode_css_animation=»element_from_left» qode_hover_animation=»zoom_in»][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=»» row_type=»row» use_row_as_full_screen_section=»no» type=»full_width» angled_section=»no» text_align=»left» background_image_as_pattern=»without_pattern»][vc_column][vc_column_text]o Masculino ha permitido dentro de su revolución patriarcal el desarrollo de la individuación, la noción del poder personal, la capacidad de libertad, la capacidad de sobrevivir y de tener bienestar físico, entre otras conquistas.
En este momento me permito sentir la Herida Abierta de lo Femenino, resultado de un sistema de poder que a lo largo de la historia ha subyugado, maltratado, anulado a muchas niñas, mujeres y ancianas, y que aún continua haciéndolo. Esa Herida, que queda registrada en nuestras rutas neurologicas, en nuestra memoria celular.
Abogo por la simultaneidad en cada uno de nosotros de lo Femenino y lo Masculino, sin descartes, en una danza armónica a ratos bada lo uno a ratos la otra, sin competitividad, sin condena, sin juicio….amor-poder, yo- nosotros, tomar-dar. día-noche, uno-todo,…
Con el equilibrio de nuestros dos hemisferios cerebrales (derecho: lo femenino/izquierdo: lo masculino) las mujeres y los hombres reforzaremos la capacidad de responder a la vida y a todas sus circunstancias con todo todo nuestro SER.
Ananda Sandra
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